Andrés Mego, uno de los organizadores del evento La Derecha Fest, fue víctima de una violenta agresión en Buenos Aires. La noticia fue rápidamente instrumentalizada por figuras del oficialismo como Lilia Lemoine y Eduardo Feinmann, así como por el pseudomedio La Derecha Diario y Negre, que difundieron una versión conspirativa sin base alguna: que se trataba de un atentado contra el evento, con secuestros de por medio e incluso intervención de sicarios colombianos.
La realidad fue muy distinta. Como informó La Nación, la policía detuvo a dos jóvenes de 17 años poco después del ataque. Uno de ellos había sido pareja de la hija de Mego, y ambos fueron encontrados con los objetos robados —perfumes, teléfonos móviles— además del coche de la víctima. También se incautó la ropa utilizada en el asalto.
Una historia sin pies ni cabeza
A pesar de las pruebas y de que el propio Mego negó públicamente las teorías conspirativas, la maquinaria de desinformación se puso en marcha. Lemoine apuntó directamente al periodista Santiago Cúneo, a quien acusó sin pruebas de estar detrás de la agresión. Feinmann fue más lejos: habló de un supuesto secuestro de la hija de Mego y aseguró que “colombianos” estaban implicados, en una versión completamente falsa.
Mientras tanto, La Derecha Diario evitó mencionar el robo o los vínculos personales entre los agresores y la familia de la víctima, sugiriendo que se trató de un “mensaje” para evitar la celebración del evento. La historia fue amplificada por Negre, que la difundió en redes sociales sin contrastar los hechos.
Las evidencias publicadas por La Nación contradicen punto por punto el relato promovido por los pseudomedios y figuras del oficialismo libertario. Las fotografías de los objetos robados, los detenidos y su relación personal con la familia de la víctima no dejan espacio para la especulación. Se trató de un robo con agresión, sin ninguna conexión con motivaciones políticas ni amenazas por el evento.
Paradójicamente, el único que se mostró prudente fue el propio Andrés Mego, quien, pese a ser la víctima, evitó alimentar el bulo y pidió justicia para los responsables. Su actitud contrastó con la de quienes, desde su mismo espacio político, aprovecharon el suceso para reforzar un relato de persecución inexistente.
Lo sucedido con Mego es un nuevo ejemplo del uso sistemático de la mentira como herramienta política. La agresión, real y condenable, fue convertida en una fantasía de conspiración liberticida sin base en los hechos. Como tantas veces, la desinformación corrió más rápido que la verdad, pero también quedó al descubierto el modus operandi del oficialismo argentino: utilizar el dolor y la violencia como combustible para su campaña de victimismo permanente.
Redacción: Carlos Benéitez
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